lunes, 1 de agosto de 2011

Un libro sobre la vida y algo más


Comentario al libro De la vida leyes y principios de Ricardo Paredes Vassallo

Por Luis Enrique Alvizuri


Favorecido por las circunstancias he podido tener entre mis manos el libro De la vida, leyes y principios del ilustre filósofo conchucano Ricardo Paredes Vassallo, insigne maestro y prolífico autor. Confieso que el abordaje de tan particular obra ha resultado una experiencia novedosa por varias razones: en primer lugar, por el estilo. Estamos ante un escrito un tanto inusual para esta época pues se desarrolla a base de aforismos, que vienen a ser una serie de normas o máximas que intentan puntualizar ciertas verdades descubiertas o elaboradas por el autor.

Tal peculiaridad apunta a mi entender a simplificar un tanto el modo especulativo y ensayístico que los trabajos de filosofía suelen tener, dándole al lector pensamientos ya definidos y concluyentes sobre temas sumamente importantes como la materia, la naturaleza y la vida. También tiene la ventaja de poder ser asumido como un texto de consulta, ya que su división numeral así lo permite, facilitando el tomarlo por la parte que uno requiera y según las necesidades exijan.

Estamos entonces ante una sucesión de ideas con una estructura ordenada y secuencial que casi nos remite a la sensación de tener un manual para el entendimiento de las cosas. Además, siguiendo con el análisis de la forma, de arranque nos damos cuenta que evita el empleo del lenguaje académico, el cual normalmente se halla cargado de expresiones idiomáticas no castellanas, circunstancia que, para el lector no especializado, muchas veces impide el acceso directo a la comprensión. Prácticamente está escrito en palabras llanas, con muy pocas referencias a propuestas de otros autores, asunto que facilita grandemente el entendimiento. Eso en cuanto al modo en que está escrito.

En lo que respecta al fondo, se deben contemplar algunos puntos esenciales: no nos hallamos ante el estudio de una corriente filosófica particular, normalmente occidental, ni ante una exégesis de alguna lectura oscurantista o de carácter religioso. Tampoco ante la aclaración de algunas tesis o ideas de un pensador famoso que suele motivar acres discusiones entre los especialistas en la materia. Tampoco es un libro de historia de la filosofía o algo parecido con el que muchas instituciones justifican sus unidades de publicaciones sin disponer, para nutrirlas, de un adecuado presupuesto para la investigación. Estamos ante una obra eminentemente creativa, una obra de autor, cercana al ensayo pero distinta a la monografía —que es una exposición acuciosa basada en el acopio de datos y estudios previos.

El ingenio, la producción propia, no es precisamente algo que se enseñe o estimule en los ámbitos académicos; menos aún en los de países como el Perú, donde la característica fundamental que define a la educación es la asimilación cultural indiscriminada y voraz, sin ningún miramiento sobre la calidad de lo absorbido, en la creencia ciega que todo lo que viene de la metrópoli es urgente y necesario y es lo mejor para los confines del imperio. Esto obviamente no es culpa de los catedráticos puesto que, como individuos que son, no pueden ir en contra del sistema e imponer ellos solos sus criterios. La responsabilidad de la visión de la vida y del conocimiento que tenemos se encuentra en el aparato político, en el Estado, siempre dependiente de sus compromisos y constricciones que le obligan a aceptar, bajo amenaza, programas, planes y proyectos venidos de los países desarrollados, todos pensados específicamente para hacer de naciones como la nuestra una especie de plan piloto o, más sinceramente, un lugar de producción y envío de recursos naturales con una población ad hoc para dicha tarea extractiva.

Pues bien, Paredes Vassallo pretende con esta propuesta, como en todas las demás por él publicadas, romper con esas ataduras mentales de ser los peruanos solo entidades de repetición de lo foráneo e intenta extraer de su propio estro un pensamiento que responda y resuelva las más cruciales inquietudes que a los seres humanos nos agobian. El tabú convencional nos dice que nadie puede tocar los temas importantes de la filosofía sino se inclina previamente a los griegos o a los gurús de Occidente, sean alemanes, franceses o anglosajones. Prácticamente para poder pensar en el Perú se debe pedir permiso a algún autor extranjero y, muy delicada y sumisamente, hablar de él como si de un dios se tratase, cuidando no ofenderlo ni molestar a sus seguidores locales quienes, cual embajadores de un ídolo, se encrespan y enervan cada vez que alguien osa contradecir la santa palabra del tótem consagrado. Estos incluso, en nuestras universidades, forman grupos o asociaciones de estudios para profundizar aún más tal corriente o pensador en la suposición que, quien es más fanático o más repite de memoria todos sus libros (cual predicadores cristianos o musulmanes), es más “filósofo” e inteligente.

Esa es la explicación por la cual muchos jóvenes suponen que filosofar es leer la mayor cantidad de textos posible y citarlos en todo momento y lugar. Para ellos, tanto como para la mayoría de profesionales de nuestro medio, estar “informados”, “actualizados” o ser un mejor profesional es simplemente viajar a Europa o Estados Unidos y “traer” la sapiencia que solo allí se puede dar. Eso es para ellos el “saber”, el “conocer”; impensable decir que lo mismo se pueda realizar aquí y en todas partes, puesto que eso recibe como respuesta una sonrisa burlona junto con la lapidaria frase de “estás totalmente desinformado”.

Nuestra dependencia cultural, en ese sentido, es completa, sin posibilidades de superarse puesto que el aparato estatal descarta que se plantee siquiera la idea de generar un propio mecanismo científico-tecnológico y, por extensión, ideológico. Esos rubros se dejan a la importación, a los que puedan viajar y estudiar en el extranjero y luego regresen con sus “luminosas” ideas cual si ellos las hubiesen creado para dárnoslas como maná del Cielo. En ese sentido imaginar que pueda darse entre nosotros la auténtica creatividad, la investigación basada en nuestra propia realidad, resulta ser solo una quimera o un sueño; y quienes sueñan vienen ser, o bien iconoclastas medio chiflados o irrealistas que solo ansían el atraso o fomentan la subversión.
Quizá entre estos se ubicaría a nuestro autor, entre aquellos que no se resignan a seguir el camino correcto o el pensamiento correcto —como se dice ahora— y dan un giro de 180 grados a la costumbre para ofender, figurativamente hablando, al establishment proponiendo cosas que no salen del cacumen de Kant, de Habermas o de ningún otro monstruo de la filosofía occidental. Atreverse a pensar, en un país como el nuestro, tiene su precio, y éste es la marginación, el ninguneo, el alejamiento de los medios de prensa y de la mayoría de los académicos quienes se ciñen a lo conveniente y convencional, sin osar enfrentarse a las creencias y mitos contemporáneos por miedo a que eso signifique el alejamiento de los consumidores o “clientes”, como se les llama hoy a los alumnos que se matriculan en los centros de estudios.

Paredes Vassallo nos propone abandonar esa posición pasiva que nos obliga a que, cada vez que abrimos un libro de filosofía, esperemos encontrar qué dijo Platón, qué dijo Husserl, qué dijo Rorty o qué dicen las escuelas de moda, y nos atrevamos a creer que alguien de nuestro entorno también puede elucubrar y especular sin temores ni prejuicios. Porque un lector con prejuicios solo es capaz de seguir con estos y no salirse de ellos, y le resulta una blasfemia que alguien diga algo que se aparte del carril que todos aceptan como la verdad. Muchos, ante la lectura de este libro, reaccionarán preguntándose ¿de qué autor famoso ha obtenido estas ideas? ¿En qué universidad las ha escuchado que ahora las asume como suyas? Porque así somos nosotros y así nos han educado. Más de una vez he oído en mi vida a personas que, ante alguna propuesta realmente original, hecha sin el respaldo de un personaje conocido, han dicho: “¿de dónde has sacado todo eso? Tienes que citar cuál es tu fuente”, lo cual demuestra que aquí solo se acepta lo “creativo” si es que esto consiste en la aplicación o repetición de algo que ya funciona afuera.

El libro De la vida, leyes y principios exige por eso también un cambio de actitud frente al autor. Si como lectores no logramos superar la concepción de que él es peruano, y peor aún, provinciano, y que no vamos a encontrar a cada momento las clásicas expresiones “como dice fulano, como dice zutano...” será difícil que le descubramos algún valor y solo le hallaremos defectos. Complicado será, por ejemplo, que aceptemos que Paredes nos propone cuestionamientos a creencias tan acendradas como que la vida es un proceso en evolución; él no concuerda con ello y declara que son solo los seres vivos los que evolucionan, más no la vida. La vida es una sola tal como es y siempre ha sido y será. La Teoría de la evolución, hija de un pensamiento occidental de principios de la Modernidad, se apega mucho a las ideas y creencias de una determinada cultura y tiempo, pero no necesariamente refleja la verdad absoluta y total —esto visto desde una óptica neutral, fuera de la complacencia que se tiene con dicha idea tan aceptada. Incluso temas como el mencionado, el del tiempo, tampoco para Paredes Vassallo es algo real puesto que, si nos ponemos a pensar, ¿no es acaso el tiempo un valor netamente humano, fuera de lo cual no tenemos pruebas de que exista?

Lo mismo para el caso de la materia. Para nuestro autor, aparte de la materia nada más existe ni puede existir. Los seres humanos somos proclives a suponer muchas cosas producto de nuestro devenir histórico, pero ¿cuánto de lo que creemos es verdadero y real? ¿Cuánto de lo que decimos que existe es solo una manera de cómo intentamos comprender lo incomprensible? Y esa es otra de sus propuestas: el aceptar que muchas de las cosas que nos rodean siempre serán un misterio, algo permanentemente inescrutable.

Quizá la mirada de este filósofo pueda parecernos pesimista, donde el ser humano, lejos de constituirse en el rey de la creación como se decía antes, o en el conquistador del Universo, como se piensa ahora, es solo un accidente más de la vida. Pero esta forma de plantear la verdad de lo que somos nos puede permitir encontrar nuevas maneras de enfocar nuestra existencia con más armonía y menos errores. ¿Preferiríamos acaso vivir con nuestras creencias y que ello nos genere destrucción y miseria o vivir con verdades duras pero que eso nos brinde la paz y una vida más digna para todos? Ese sería tal vez el dilema principal que nos plantea la obra de Paredes Vassallo.
Como todo trabajo de verdadera filosofía este siempre será un hálito de esperanza, de una vida mejor para la humanidad, a diferencia de la mayoría de las obras que solo buscan el beneficio y el lucro para el autor o la editorial que las ofrece. Todo libro de verdadera filosofía no está hecho para enriquecer a ninguno de estos actores sino solo para despertar al ser humano de la condena de sus temores y angustias existenciales.

Aprendamos entonces de pensadores como Ricardo Paredes Vassallo y atrevámonos a abandonar los esquemas que nos impiden primero reconocer que sí es posible leer un libro de filosofía y luego que ésta no necesariamente tiene que ser un remedo de lo que se dice en Occidente o en otro lugar, más aún cuando tal sociedad se halla en una profunda decadencia moral y ética que la lleva a procurar sostenerse y sobrevivir hegemónicamente a costa de guerras y del expolio de los pueblos más débiles del planeta. De una civilización como esa solo se puede esperar nada más que una filosofía del desencanto y de la injusticia, mientras que de una como la nuestra, en especial, de la andina, se espera que nazcan horizontes y deseos de un futuro promisorio, más digno y más armónico con la naturaleza.

Julio, 2011


Luis Enrique Alvizuri García-Naranjo (Lima, 1955). Con estudios de sicología en la Universidad Ricardo Palma y Comunicaciones en la Universidad de Lima. Ha publicado varios ensayos filosóficos, entre ellos, Andinia la resurgencia de las naciones andinas y La promesa de vida humana, así como poemarios y discos. Como ponente ha participado en el “I Congreso Regional de Filosofía del Norte” en la universidad Pedro Ruiz Gallo de Chiclayo (2006), en el “Ciclo de conferencias sobre Pensamiento Filosófico Precolombino” realizado en la Casa de la Cultura de España (2006), en el “IX Congreso Nacional de Filosofía en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa” (2008), en el “XII Congreso Nacional de Filosofía” en la Universidad de La Cantuta (2009) entre otros. Es miembro fundador del cenáculo filosófico “La serpiente de oro” de Miraflores. Asimismo es fundador y presidente de la Sociedad Internacional de Filosofía Andina (SIFANDINA), institución dedicada a la investigación y difusión del pensamiento filosófico andino. Actualmente está a la búsqueda de editorial para su más reciente obra El impulso filosofante, que plasma un cambio trascendental de mirada sobre la filosofía.